miércoles, 10 de marzo de 2021

Surfeando el caos con Black Country, New Road



Cada vez que aparece una banda de chavales y chavalas con formato combo mancomunado y cubriendo su bisoñez en lana de colores, se enciende el radar del hype y te preparas para escuchar la enésima reencarnación del grupeto que dará voz a su generación, pero no sabe, no quiere o no puede dar rienda suelta a aquello que están viviendo por la falta de pericia instrumental o de un verbo generacional que no siempre es fácil sacar a relucir

En For the First Time, por suerte para nosotros, nos encontramos con unos chavales que saben, quieren y pueden dar al oyente aquello que le quieren contar, porque, a pesar de su juventud, han aprendido, han ensayado, han leído y parece que hasta han vivido unas cuantas experiencias que merece la pena reseñar.

Al igual que Squide, banda con la que comparten ideas y urgencia juvenil, prefieren lanzar su disco en un sello de música electrónica, por eso de no verse encasillados en el universo indie y dar a entender que el espectro que manejan en lo musical y lo estilístico es más amplio que aquel en el que las publicaciones de referencia les quieran encasillar.




La banda la componen Lewis Evans (saxo), May Kershaw (teclados), Charlie Wayne (batería), Luke Mark (guitarra), Isaac Wood (voz y guitarra), Tyler Hyde (bajo) y Georgia Ellery (violín), y en cada uno de los 6 temas que componen su primera referencia discográfica, todos tienen espacio y tiempo para que sus instrumentos se paseen a lo largo, ancho, alto y profundo de cada canción, dejando claro en sus directos que cualquiera de ellos puede y debe centrar el foco para dar rienda suelta al momento del que quieren dejar constancia.

De cualquier forma, sería justo señalar que hay una voz cantante y esa voz y las letras que va desgranando en cada tema son las que atraerán y también alejarán a todo aquel que se tope con su música, en el estudio y en directo. Isaac Wood habla de aquello que sabemos, lo que nos es conocido y lo que puebla la mente de un chaval de su edad, pero no es el qué, sino el cómo lo que llama la atención de su propuesta al escribir y al cantar. Isaac no es ajeno a la moda tan inglesa y actual del cantante narrador, y cada uno en su estilo, ya sea Joe Talbot con sus IDLES o Ka(t)e Tempest con su rap sentido y otras bandas imberbes como Dry Cleaning o Talk Show, aprovechan lo que hace muchos años pusieron de moda los Jacques Briel, el propio Dylan e infinidad de raperos en los 90s y 00s, todos ellos sacando al mercado sus obras cuando nuestros protagonistas no habían nacido y seguramente hayan escuchado como oldies en su adolescencia. En muchos momentos el tono es desquiciado, le puede la ansiedad y parece que estamos atravesando un mal sueño tras otro, aunque siempre dejando que la calma asome antes de afrontar la siguiente tempestad.

En lo musical nos encontramos unas cuantas vueltas de tuerca, y aunque los referentes principales puedas situarlos en Australia y a la mente te llegue Nick Cave poniéndole voz a los pasajes sonoros que Gareth Liddiard pueda componer para cualquiera de sus bandas, hay otras vanguardias (de nuevo de cuando nuestros protas no habían aún nacido) que se dejan oír desde los primeros acordes. La abertura instrumental nos traslada directamente a los terrenos por los que Hasidic New Wave caminaba en los 90, siendo el formato elegido por Fima Ephron y Dave Fiuczynski para dar rienda suelta a su tradición judía desde un enfoque festivo experimental. Lo que podría ser visto como una casualidad va dejando más pistas en muchos de los solos de Luke Mark, que resuelve como si acabara de pasar un semestre estudiando con Fuze en Berklee usando su estilo microtonal y de corte jazzístico-rockero, estilo que el saxo de Lewis Evans te acerca cada vez que colorea estrofas, estribillos y solos.


Un par de matices nos encontramos en el debe para que el disco, siendo lo redondo que resulta, no sea una obra de 10. La primera sería que los fans que pusieron su ojo en el combo desde el año pasado (que aumentaron con su anuncio para la frustrada edición de 2020 del festival Primavera Sound) poca sorpresa se van a encontrar en el disco, ya que la mayoría de los temas (aunque en versiones más primigenias) ya habían visto la luz en su bandcamp. El disco (que grabaron en pocos días el pasado año) insufla a los temas ya conocidos un aura de unidad, dando sentido a las sesiones finales de grabación, pero en cierta medida se esperaba algo más y deja la sensación de que todavía nos falta algo para que el disco como tal se presente a candidato de 2021 a todo aquello que no sea únicamente el de banda revelación entre los noveles.

El segundo punto sería el que reúne todas las bondades aquí mostradas, y es que es un disco muy intenso. Su fortaleza, ese magnetismo y esa atracción hacen que no sea un disco para todos los días, para todas las horas ni para todos los momentos, pues demanda atención y que sea lo único a lo que prestas tus sentidos. Eso puede hacer que a final de año, cuando las aplicaciones sonoras hagan recuento del qué y el cuánto, no aparezca en el top de escuchas, aunque estamos seguros de que ese hándicap será igualmente el que haga que no salga de nuestro reproductor hasta las campanadas, difícil virtud para las obras que se descubren en los primeros compases del año en curso.


Mauro FERNANDEZ-AHUJA

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