Después de su impactante irrupción en el año 2019 con un EP que hizo las delicias de todos los amantes del hard rock setentero, las expectativas ante su primer larga duración eran altísimas. Aquel conjunto de 6 canciones, donde destacaba sobremanera una "When I'm Gone" con la que consiguieron auparse hasta el número 1 de las listas americanas sin ni siquiera tener firmado un contrato discográfico, los colocaba como una de las grandes esperanzas para devolver al rock a la posición que hace décadas ha perdido.
En este sentido, la comparación con sus compatriotas de Greta Van Fleet era inevitable. A pesar de que los de Michigan maman directamente del sonido de Led Zeppelin y los angelinos tiran más hacia el de los primeros Aerosmith, ambos juegan en la misma liga. Bandas jóvenes con ganas de revivir esa escena de la que pudieron disfrutar sus progenitores, sin miedo a las críticas y a que los etiqueten como meras copias, y con un talento innato innegable.
Sin embargo, si bien la banda de los hermanos Kiszka está logrando poco a poco desmarcarse del cuarteto inglés buscando un sonido propio con desarrollos más épicos y próximos al prog, con este primer LP, Dirty Honey muestran una actitud conservadora, sin arriesgar lo más mínimo y que supone un jarro de agua fría ante lo que se esperaba de ellos.
El primer single de adelanto de este álbum homónimo, "California Dreamin'", ya dejaba bien a las claras que el grupo iba a volver a incidir en todo lo que ya mostró en su primera publicación. Unos patrones marcados, quizás en exceso, por los años en los que la banda liderada por Steven Tyler todavía no abusaba de las baladas para acercarse a otro tipo de público. Y es que todo recuerda a la formación de Boston, desde la base rítmica formada por Justin Smolian y Corey Coverstone, hasta las guitarras de un John Notto que rememora constantemente el sonido de Joe Perry. Sin olvidar, por supuesto, la espectacular voz de Marc Labelle, una mezcla entre el propio Tyler y Jeff Keith, vocalista de los siempre infravalorados Tesla.
Con el disco completo en las manos, lo primero que llama la atención es que después de 2 años y una pandemia por medio, únicamente se nos presenten 8 temas en unos pírricos 29 minutos de duración. Y más doloroso aún es comprobar que a pesar de la escasa duración del mismo, el álbum se haga repetitivo y lineal. Es evidente que todo suena genial, con una banda más engrasada y con pasajes más trabajados, pero se echa de menos la frescura y los estribillos de los que hicieron gala, y, sobre todo, se echa en falta más variedad. Los temas siguen todos la misma estructura, algunos tirando más hacía sonidos un poco más zeppelianos, otros hacía unos algo más agresivos, pero básicamente moviéndose siempre en el mismo espectro.
Por supuesto, no se puede negar la calidad de canciones como "Gypsy", con ese ritmo más machacón, o "The Warning", pero en general, el trabajo adolece de temas que se te queden grabados a fuego tras una simple escucha. Dan la impresión de no querer arriesgar y salirse de su zona de confort, como si la enorme expectación generada les hubiera provocado un miedo a sacar todo el talento que apuntaban que tenían dentro. Bien es cierto que quizás, simplemente, no lo tienen.
Una sensación de monotonía se va haciendo cada vez más presente a medida que avanza el disco. Riffs certeros, con marcado poso blues, pero que no terminan de cuajar en temas completamente redondos, y donde una voz prodigiosa acaba viéndose desperdiciada.
La parte final de "Tied Up", con la banda desenchufada y Marc cantando a capella arropado por coristas femeninas es uno de esos momentos que dan aire entre tanta homogeneidad, pero es quizás en la última pieza, "Another Last Time", donde la banda más se desmarca del resto del álbum. Un tema cargado de sentimiento y más cercano al sonido de los primeros Black Crowes, con una guitarra juguetona y un delicioso piano surcando alrededor de un vocalista que se desgarra cantando al desamor. Posiblemente uno de los picos más altos del álbum, pero que llega demasiado tarde.
Un disco disfrutable, más que correcto, pero que no ha logrado satisfacer plenamente todas las esperanzas que había depositadas en él. Al fin y al cabo, el encontrar un sonido es importante, pero más aún lo es el tener canciones memorables y reconocibles. Y en ese sentido, la banda ha flaqueado. Es posible que se les haya cargado de cierta responsabilidad demasiado pronto, pero viendo como Greta Van Fleet sí están saliendo airosos y están consiguiendo forjar su camino con suficiencia, no se pueden dormir en los laureles. Aun y con todo, seguimos teniendo confianza en ellos y en que puedan recuperarse de este pequeño patinazo. Eso sí, rogamos que no haya que esperar otros dos años para poder comprobarlo, porque para entonces igual el tren ya ha pasado.
Javi GARAYO
No hay comentarios:
Publicar un comentario