La vida sigue. Tras la disolución de Berri Txarrak hace más de un año el rock vasco vuelve a mirarse las entrañas en busca de nuevas formas de vida que puedan llenar un panorama históricamente rico. Ezpalak, de Zestoa, es una de las nuevas esperanzas del rock vasco actual y el pasado viernes publicó Kolpatu Topatu.
Ezpalak apareció en escena en marzo de 2019 con un disco homónimo de nueve canciones en las que el oyente podía simpatizar con una tesis más o menos clara: Ezpalak es un disco retro en sus referencias, que mira a los ojos a los clásicos del grunge y del rock alternativo de los 90. Es exactamente eso, pero también es muchas otras cosas porque las referencias en pocas ocasiones cierran el círculo y, si lo hacen, probablemente el resultado no merezca la pena. No es este el caso.
Ezpalak muestra una banda sólida en lo instrumental y tremendamente inteligente en lo compositivo. El equilibrio entre la fuerza, la emoción y la melodía está asegurado en cada tema. Cada composición tiene un esqueleto de titanio sobre el que se asientan melodías entre el notable y el sobresaliente y arreglos siempre acertados. Ezpalak escribe canciones, canciones redondas. Tan redondas que en un porcentaje altísimo pueden funcionar como singles. Eso sin caer en el exceso de almíbar ni en las redes matemáticas de las radio fórmulas.
La presencia en la banda de Eñaut Gaztañaga, guitarrista, productor y miembro de Grises, resulta clave para entender la personalidad de Ezpalak. A menudo, la música del cuarteto guipuzcoano parece escrita desde el punto de vista de un productor y, hasta cierto punto, en este aspecto, puede existir algún paralelismo difícil de abarcar entre Garbage/Butch Vig y Ezpalak/Eñaut Gaztañaga.
Gaztañaga tiene un centro de operaciones, Gaztain Estudioak, desde donde además de a Ezpalak, también ha producido a Ro, Grises, Seirute, Rodeo, Dupla, Lamiak, Yo Ciervo, Serge y Bulego. La influencia en la escena vasca actual de ese estudio de grabación está fuera de toda duda y las producciones de Gaztañaga toman vida propia toque lo que toque.
Esto también afecta a Ezpalak. El abuso del fuzz, la querencia de perpetrar atmósferas gaseosas y etéreas que circulen incesantemente en un segundo plano, el gusto por el riff marcado y las baterías limpias son tan importantes para el cuarteto de Zestoa como su notable sentido para las melodías.
Entre las pocas pegas que se le puede poner al debut de Ezpalak solo hay una: es notorio que es el primer paso discográfico de la formación. Siendo una banda perfectamente capaz de escribir canciones y de crear un sonido de estudio propio, las influencias se vuelven traicioneras ya que es posible aislar partes de canciones, ponerlas al lado de grandes clásicos del grunge y el rock alternativo de los noventa y ver que, al menos en 2019, Ezpalak todavía se estaba formando, creciendo e interrelacionándose con el medio.
Smashing Pumpkins, Nirvana, Alice In Chains y Dinosaur Jr son probablemente, junto con algún arranque cercano al hardcore melódico, las bandas capitales sobre el que se asientan las influencias de Ezpalak. El caso de Smashing Pumpkins y Dinosaur Jr sobre todo en las guitarras y en su tratamiento. Es esta una cuestión probablemente más espiritual que materialista. No hay puntos exactos en los que localizarlos. Es algo que está en el tratamiento de los instrumentos en el estudio.
A Nirvana y a Alice In Chains, por otra parte, sí les puede localizar en canciones y momentos concretos. En líneas de bajo y líneas vocales concretas. Esto no es malo o no puede ser malo ya que, en la escena vasca, se han repetido sonidos hasta la saciedad con menos de una décima parte de la habilidad de Ezpalak para escribir canciones sobresalientes.
Sin embargo, el debut de Ezpalak es un disco sobrecogedor y enérgico que despide una personalidad desbocada. Un título que abruma desde la primera escucha y que aporta un nuevo referente al rock de guitarras hecho en Euskal Herria. Una colección de canciones en la que destacar una por encima de la otra resulta una tarea ardua y, en cierto modo, innecesaria. Ezpalak lo conforman nueve composiciones que aspiran a formar parte de la bóveda del firmamento.
Además de Eñaut Gaztañaga, los otros miembros de Ezpalak son Juanjo Berasain (voz), Unai Eizagirre (bajo) y Janardana Iglesias (batería). Este último ha entrado en la formación recientemente tras el abandono de Xabi Arrieta de sus funciones a las baquetas.
Golpea encuentra
El pasado viernes 23 de abril vio la luz la segunda obra de estudio del cuarteto guipuzcoano. Su título, Kolpatu Topatu, muestra una intención clara y sin rodeos: encontrar y golpear. Aunque el sentido que se le ha dado es todavía más directo e inmediato ya que propone golpear (kolpatu) antes de encontrar (topatu).
Si el oyente quiere construir otra tesis que le ayude a abordar las ocho composiciones de Kolpatu Topatu ésta podría ser la siguiente: si bien en su debut la banda se centraba en la primera mitad de los 90 y en su rock alternativo, en su segundo paso discográfico se centra en el espectro de los últimos veinte años. Sin vértigo alguno, con la misma efectividad compositiva y el mismo equilibrio entre fuerza, emoción y melodía de su primera entrega.
Hay quizá alguna concesión más directa a la melodía que se ve de sobra compensada por desmadradas partes en las que Ezpalak ha querido jugar con un punk y un rock feista protagonista en la escena mundial actual. El cuarteto, sigue por lo tanto, por el camino marcado en su debut.
En cierto modo, Kolpatu Topatu es una evolución/progresión de “Ezpalak” con la que la banda probablemente quiera dotarse de un universo enteramente propio y único. El lenguaje es reconocible, las emociones que surgen de los surcos del vinilo son vitalmente idénticas y tan solo algunos lugares han variado sus localizaciones.
Es en el capítulo de referencias e influencias donde más se aprecia ese simbólico cambio de localización al que hace referencia en el párrafo anterior. Donde antes hubo Smashing Pumpkins, Nirvana o Dinosaur Jr, ahora hay White Stripes, Arctic Monkeys y Queens Of The Stone Age, a veces incluso dentro de una misma canción. Pero en este sentido, la principal novedad es que la fuerte personalidad de la banda en estudio encuentra reflejo en influencias actuales como Idles, Fontaines DC y Foals.
Lo peor, ocho canciones saben a poco y más teniendo en cuenta que la mitad de los temas han sido lanzados como adelanto. Es esta una práctica abrupta totalmente normalizada en la actualidad y, por lo tanto, no cabe espacio a la disidencia básicamente porque sería un ejercicio fútil y sin recorrido. Es quien anda quien tiene que saber qué calzado necesita para moverse por donde pretende moverse.
Kolpatu Topatu es un disco eminentemente guitarrero, explosivo y, una vez más, garante de dosis igualadas de fuerza y melodía. Fuerza enérgica, no violenta. La fuerza es algo intrínseco en las composiciones de Ezpalak, nunca un golpe de efecto, nunca ruido, nunca fuegos de artificio. Cabe no confundir ambas cuestiones.
Kolpatu Topatu es en definitiva un segundo disco que, como todo segundo disco, supone un desafío para la banda que lo publica ya que en sus composiciones ha de demostrar demasiadas cosas. Ezpalak pasa el trance con tremenda suficiencia. De hecho, lo pasa con éxito. Únicamente cabe resaltar que, ahora que los cruces de camino, los objetivos y los caminos están de moda en el ambiente musical vasco, a Ezpalak le queda todavía dejar atrás su propio cruce de cuatro caminos y dejar atrás las puntuales concesiones excesivas a sus influencias.
Por lo demás, Ezpalak es una nueva esperanza, una nueva ilusión, dentro del rock vasco y, por qué no, dentro del rock estatal. Es quizá la espumosa inestabilidad de las actuales formaciones de rock lo que más vértigo dé. Que Ezpalak no pasen de ser otro grupo para sus miembros. O mejor dicho, que Ezpalak no pase a ser la banda con mayúsculas para sus miembros. Esto solo lo definirá el camino.
Una nueva esperanza para un panorama que siempre se ha caracterizado por la reinvención y el desarrollo dentro de unas fronteras pequeñas y condensadas pero que en los últimos años ve con buenos ojos la irrupción y crecimiento de bandas y artistas como Liher, Ro, Ikarass, Oki Moki, Sara Zozaya, Ibil Bedi y Eneritz Furyak, entre otros.
En directo
Ayer Ezpalak se estrenaba en directo con Kolpatu Topatu en Iparragirre Rock Aretoa de Gernika, Bizkaia. Son tiempos de pandemia, el esfuerzo de programadores, bandas y técnicos resulta titánico para que, a menudo, todo muera en una triste cancelación. De hecho, la de ayer era la segunda o tercera fecha programada para Ezpalak en la sala de Gernika tras la cancelación de las anteriores. Pero ayer, por fin, con tan solo cincuenta minutos de retraso, se pudo disfrutar del primer directo de Ezpalak posterior a su segundo disco.
Todo lo dicho anteriormente en este artículo sirve para describir el directo de Ezpalak. El cuarteto de Zestoa demuestra con un enérgico y sudoroso show que nada de lo que guardan sus trabajos de estudio es de cartón piedra. Partiendo de la efectividad de su sección rítmica, cabe pensar que según pasen los meses Janardana Iglesias acabe por asentarse y acomodarse, pasando por la visceralidad con la que Juanjo Berasain se enfrenta a su faceta de frontman total y terminando en el trabajo de guitarras de Eñaut Gaztañaga como columna vertebral de todo el entramado.
Jokin URIARTE
El directo de Ezpalak es, una vez más, guitarrero y certero. Sin ambages. Capaz de mirar a los ojos del público y de hacerlo vibrar, saltar, agitarse y bailar. No habrá escenario suficientemente grande para que Eñaut y Juanjo se sientan pequeños. No habrá sala que no caiga a sus pies. Es solo cuestión de tiempo que el cable que tensa las emociones de Ezpalak se asiente, que sus diferentes hilos encajen, que todo llegue a un punto más natural que el marcado por estos tiempos de anormalidad.
Ezpalak, una nueva razón del rock vasco sobre la que asentar la ilusión.
Izkander FERNANDEZ
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