Ya no sorprende a nadie que cada vez que Roberto Iniesta baja a visitarnos con un nuevo trabajo, el rock nacional se sacuda virulentamente. La magnitud de su legado con Extremoduro es tal que nadie permanece ajeno. Tanto sus seguidores más fieles como sus críticos se acercan invariablemente a escuchar los últimos versos del genio de Plasencia.
Mayéutica (la Ley Innata II) nace como una canción de 43 minutos, articulada a través de un interludio, 4 movimientos y una coda feliz final. 13 años después, Iniesta, indescifrable en sus impulsos, que tan pronto le llevan a decidir que no se puede hacer la gira de despedida de Extremoduro, decide dar continuidad al disco que lo cambió todo, aunque esta vez sale bajo "Robe" y no cuenta con ninguno de los miembros de Extremoduro.
Los primeros acordes de los violines en "Interludio", conectando directamente con "Dulce introducción al caos", ya nos avisan de los paralelismos con su predecesora. Las canciones vuelven a ser de una duración considerable, sobre todo teniendo en cuenta los tiempos de inmediatez e instantaneidad que nos rodean y funcionan mucho mejor como un conjunto que de forma individual, creciendo conforma avanzan las escuchas, revelando pasajes que resultan desapercibidos en un primer momento o las autocitas dentro de las canciones.
Otro aspecto destacable es el sonido, mucho más duro y contundente que el de los últimos trabajos de Robe en solitario, que se acerca más que nunca al sonido rockero de la banda extremeña. A falta de la guitarra de Iñaki Antón, destacan el trabajo del órgano hammond y, especialmente, los violines, que con tan buen gusto se han sabido integrar en el sonido de Iniesta en los últimos años.
En cuanto a las letras, hablando de quien hablamos, los elogios resultan casi redundantes. La madurez de Robe nos ha traído un artista que trata los sentimientos de una forma brillante, pese a que insista en que él no es dueño de sus emociones, y en esta ocasión está especialmente inspirado.
Mayéutica nos devuelve la ilusión en un tiempo tan terrible y nos incita a bailar como putas locas mientras nos perdemos en sus hermosas melodías. Poco más se le puede pedir a un disco.
Víctor MEDIAVILLA
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