jueves, 10 de junio de 2021

Lucid Sins - Una lucha entre la luz y la oscuridad



Siete años han pasado desde la edición de aquel prometedor debut de 2014 que llamó la atención de la crítica más especializada. Con una base de hard rock progresivo tintada con marcados toques psicodélicos e incursiones en terrenos oscuros -como una suerte de Wishbone Ash bañados en la psicodelia de The Doors y el lado más ocultista de Blue Öyster Cult-Occultation era un disco que dejaba entrever todo el potencial del combo escocés. Sin embargo, tras desaparecer del mapa durante todos estos años, la banda había quedado en el olvido y era imposible saber cómo podían sorprendernos a estas alturas. Después de escuchar este Cursed! ha quedado claro que toda esta espera para esa ansiada continuación ha merecido la pena.

El dúo formado por Ruaraidh Sanachan y Andreas Johnsson ha decidido contar con numerosas colaboraciones para ampliar sus horizontes y facturar una obra extrasensorial que invita a cerrar los ojos y dejarse llevar. A toda esa psicodelia blues de tonos tenebrosos han sumado acertadamente la luminosidad de la psicodelia folk y los elementos jazz de la escena de Canterbury, dotando de mucha mayor brillantez y ambición al ya de por sí complejo sonido de la formación. Y es que al igual que Robert Mitchum nos relataba con pasión la eterna lucha entre el amor y el odio en La noche del cazador, la banda escocesa nos narra durante 40 minutos una trepidante confrontación entre la luz y la oscuridad. Un viaje que te transporta a un mundo lleno de sombras y luces que se entremezclan entre sí, tal y como lo hacían las manos tatuadas del inimitable actor estadounidense.


Órganos setenteros que inundan todo y te hacen levitar; acústicas que se incrustan majestuosamente entre pasajes sombríos y tétricos al más puro estilo Black Sabbath; armonías vocales que evocan el folclore británico como lo hacían los recientemente separados Wolf People; guitarras dobladas y riffs que emanan sentimiento y crudeza a partes iguales; cadencias progresivas con esa melodía tan característica de bandas como Camel o Caravan; los matices y efectos de la voz sedosa y cautivadora de Andreas...los detalles y las capas que contiene el disco son infinitos.

La variedad y riqueza del álbum es interminable, pasando de los ritmos puramente hard-prog de "Joker's Dance" o la pegadiza "By Your Hand" a la tenebrosidad y contundencia de "Snake Eyes" o de una "The Serpentine Path" que por momentos recuerda a los mejores Witchcraft. También tienen cabida fantasiosos paisajes sinfónicos en "The Devil's Sign", con la incorporación en su parte central de unos violines que afloran sentimientos de meditación y nostalgia.


Pero la mayor virtud de la banda es lograr conjugar todas estas influencias ya no solo a lo largo del disco, sino dentro incluso de una misma canción. Así, temas absolutamente fascinantes como "Sun and the Moon" o "Cursed" cuentan con numerosos cambios de ritmo y tonalidades que se dan con una fluidez pasmosa. Como si todo surgiera de forma natural y la heterogeneidad de tan diversas referencias se convirtiera en homogeneidad por arte de magia. Finalmente, quedamos completamente a su merced en ese fantástico cierre que supone "The Forest", donde partiendo de terrenos más tradicionales comienzan un recorrido a través del tiempo que nos conduce por meandros densos y lúgubres para acabar en una melancolía enternecedora dirigida por delicados acordes acústicos.
      
Por mucho que la paleta de colores sea tan amplia, el trabajo en su conjunto funciona perfectamente, abarcando todos y cada uno de los espectros de los sonidos de los setenta. Una joya atemporal que supone una auténtica delicia para los sentidos, donde nos desnudan completamente y juegan a su antojo con nuestras emociones. Una verdadera obra de orfebrería que seguramente sólo sea apreciada por unos pocos, pero que una vez te atrapa no te soltará nunca jamás.

Javi GARAYO



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