Todavía puedo recordar el preciso momento en el que de una cubeta de segunda mano surgió una maltrecha jewel box con un nombre que me sonaba haber leído en cierta revista en la que al final acabé plasmando algún que otro texto. Aquellas 500 pesetas sellaron una relación de veneración que se mantiene intacta veintipico años más tarde. Y la desvencijada copia de Fly Me Courageous sigue sonando con regularidad en el reproductor de compact disc de turno.
Surgidos en plena explosión de la efervescente y prolífica escena alternativa de Georgia, DNC, que todavía sobreviven comandados por el afable Kevn Kinney y el eficiente Tim Nielsen, lograron hacerse un hueco entre bandas tan mundialmente conocidas como R.E.M y The Black Crowes. De hecho, se nutrieron de componentes de ambas formaciones y su line up más clásico, que aguantó desde el 88 al 93, se completaba con Buren Fowler, que había girado como técnico y guitarra rítmica de los de Athens, y Jeff Sullivan, que venía de golpear los parches de los de Atlanta cuando todavía se denominaban Mr. Crowes Garden.
Siempre en un segundo plano, fue con este Fly Me Courageous con el que consiguieron dar el pelotazo, aunque auspiciados por las casualidades del destino. Con su tercer LP, Mystery Road ya habían rozado los charts gracias a dos clásicos básicos del FM americano como son la tremenda "Honeysuckle Blue" y la eterna "Straight To Hell" pero es gracias al siguiente disco y al tema homónimo cuando logran la fama nacional. Situémonos. Estaba empezando el histórico año del que se nutre este especial cuando George Bush padre decide entrar en la historia a golpe de misil, iniciando la Guerra del Golfo. Y es aquí cuando el mentado Fly Me Courageous es adoptado como una especie de himno pro guerra por parte de las fuerzas aéreas yankees. Y de ahí al fugaz estrellato, siendo invitados a bases navales y aéreas y con su tema sonando a todo trapo cada vez que los pilotos arrancaban para bombardear a los pobres iraquíes. Ascenso fulgurante en los charts y rotación continua en MTV. Justo este inesperado éxito coincide con un ligero endurecimiento del sonido, lo que los aúpa al carro de una escena hard rock a punto de colapsar por cierto tsunami con jerseys deshilachados a rayas.
Dicha hardrockerización sería más notoria en el consecutivo Smoke, en el que vuelven a trabajar con Geoff Workman en la consola e intentan, suponemos que intencionadamente, repetir la jugada. Pero como habíamos matizado antes, no fue más que una coincidencia espacio temporal lo que los aupó al olimpo de las listas de éxito. Lo que no quita que no estemos hablando de un disco como la copa de un pino, una obra perfecta de principio a fin, pero sin mimbres para triunfar en pleno auge del grunge. Es aquí donde los temas más duros y directos al mentón fluyen en perfecta sintonía con los bellos medios tiempos perpetrados por el particular timbre vocal de Kinney. Bombazos de rock vacilón como "Chain Reaction", "Look What You´ve Done To Your Brother", "Lost In The Shuffle" o "Rush Hour" conviven y se nutren de la delicadeza campestre de "For You" y "Let´s Go Dancing".
Y qué decir del infeccioso groove de "Build A Fire", que también alcanzó una merecida entrada en los dichosos charts.
O de la perfecta combinación de riffs y cadencia lírica en esa golosina llamada "The Innocent", con un solo de los que se quedan clavados en el cerebelo y eres capaz de tararear hasta el fin de tu existencia. Del tema homónimo y artífice de que Drivin N Cryin sigan siendo recordados por los veteranos militantes poco podemos añadir. Orfebrería rockera en estado puro. Un himno para corear puño en alto y cerveza en mano, mientras intentamos emular con un chapucero air guitar su memorable lick.
En definitiva, una colección de canciones para enmarcar que siguen sonando igual de relevantes tres décadas después.
Borja Vera Fernández
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