Led Zeppelin IV, Zoso, Runes, Four Symbols…cuántos nombres ha recibido el cuarto trabajo de Led Zeppelin editado hace exactamente medio siglo. La realidad es que el álbum no tiene título. De hecho, la carpeta del vinilo ni siquiera hacía referencia al nombre de la banda. Una portada completamente desnuda, con únicamente un cuadro de un viejo leñador sobre un muro derruido y con cuatro misteriosos símbolos (cada uno representando a un miembro del grupo) en su carpeta interior. Esta fue la respuesta de la formación británica a las críticas recibidas después del cambio estilístico efectuado en el disco anterior cuando se encontraban triunfando bajo la bandera del rock duro mostrado en sus dos primeras publicaciones. Lo verdaderamente importante, la música, estaba dentro. Y ésta hablaba por sí sola. La crítica no pudo hacer otra cosa sino retractarse de todas sus palabras, acababan de parir su trabajo definitivo, su verdadera obra maestra.
El fresco y vigoroso blues rock del debut, los pesados riffs y el potente hard rock del II y los paisajes acústicos y el delicado folk del III se fusionaban de manera magistral en 8 composiciones asombrosamente perfectas. Todo lo que habían mostrado anteriormente cobraba sentido y los confirmaba, de nuevo, como la banda más grande del planeta. Canciones llenas de energía como el himno "Rock and Roll" o la impactante "Black Dog", con ese ritmo tan particular e inolvidable y esas letras tan subidas de tono, convivían con el sentimiento y dulzura de las guitarras acústicas y las mandolinas en las folclóricas "Going to California" y "The Battle of Evermore", la cual volvía a estar inspirada en el universo de Tolkien y contaba con la colaboración vocal de su compatriota Sandy Denny (Fairport Convention).
Cada miembro se encontraba en estado de gracia y disponía de su cota de protagonismo. Así, los pasos de baile entre la guitarra de Jimmy Page y el piano de un omnipresente John Paul Jones guiaban la hipnótica danza de la sorprendente "Misty Mountain Hop", mientras que John Bonham dejaba patente toda su versatilidad y creatividad con la batería en la compleja "Four Sticks" y en el eco natural logrado en la maravillosa adaptación de la sugerente "When the Leeve Breaks" de Kansas McCoy y Memphis Minnie con la que se cierra el álbum.
Pero si un tema destaca por encima del resto, a pesar de que su sobreexposición no le ha hecho ningún favor, ese es "Stairway to Heaven". 8 minutos de pura magia, con subidas y bajadas, con un Robert Plant espectacular surcando suaves pasajes que van poco a poco adquiriendo color hasta explotar en un crescendo final apabullante con un solo de guitarra auténticamente memorable. Más allá de toda la leyenda alrededor de su mensaje oculto y de ser la canción más reproducida en las emisoras de radio pese a su larga duración, su desconcertante letra casi se puede tomar como un relato autobiográfico de un cuarteto que todo lo que tocaba lo convertía en oro y que logró con este disco su verdadera escalera al cielo. No en vano, estamos hablando de la obra cumbre de la mejor banda de rock de la historia.
Javi GARAYO
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