La historia de Hotel Valmont se escribe desde la pasión por el rock americano y el hard rock con raíces en la ciudad de Los Angeles en la década de los 80. Tras más de una década de esfuerzos injustamente olvidados ha publicado recientemente su segundo disco de estudio: una apasionante colección de diez canciones en la que la banda demuestra que ha alcanzado un nuevo estadio.
Manuel L. Sacristán es la voz y el alma de Hotel Valmont. Quien escribe y quien lucha contra sí mismo y todos sus fantasmas para que sus canciones lleguen a nosotros. Compositor, cantante, guitarrista, escritor y buen orador, el madrileño contesta a nuestras preguntas desde el otro lado del hilo telefónico.
«...cuando haces promo de un disco se supone que tienes que soltar un mensaje positivo, decir que estás limpio y sonreir a la cámara».
Se han ido unos cuantos años desde “Señales”. Aunque por el camino ha habido más trabajo, ¿Cómo llega Hotel Valmont a este 2022 para publicar su segundo disco?
En una especie de simbiosis entre profundo agotamiento y un agradecimiento acojonante a los que nos han hecho seguir y perseverar. Tras terminar todo lo que supuso Señales allá por 2015, incluyendo promo, conciertos, la grabación del videoclip de “El Rey Lagarto” y del EP “Doble Trampa”, que era el reverso americano de Señales, pasamos un hiato sin una verdadera meta. El EP “El Largo Viaje” que sacamos en 2018 creo que simboliza perfectamente, en su sonido blando y desenfocado, esa ausencia de un verdadero propósito. Desde que entraron Rober y Javi han sido cinco años de trabajo, altibajos, ensayos, conciertos, rodaje, descartes, grabaciones tentativas y mucha fuerza y determinación para completar un segundo disco largo. A nivel de producción, sin embargo, hemos completado pocas canciones, 15 en total (5 en el EP de 2018 y 10 ahora en 2022), pero llegas a la meta agotado. Un disco no se termina: se abandona. Nunca se acaba. Quedaron canciones en el cajón y otras se renovaron para completar la obra, un disco de rock con nervio, eléctrico y potente. Normalmente cuando haces promo de un disco se supone que tienes que soltar un mensaje positivo, decir que estás limpio y sonreír a la cámara. No es nuestro caso. El hobby es demasiado serio para tomárselo a coña, y como decía tan acertadamente Alida Valli en El tercer hombre, no hay suficiente como para reír dos veces. Ha sido un camino complicado hasta conseguir “acabar” el disco. Pero queda mucho orgullo y, como te decía, un fuerte agradecimiento a todos los amigos que, de una manera u otra, lo habéis hecho posible.
¿Es “Hotel Valmont” un disco de recorrido? Esto es, es un trabajo que recoge material de diversas etapas o, por el contrario, es material compuesto con una unidad y con un disco en el horizonte.
En el disco hay canciones que compuse en la época de Señales y se quedaron en el cajón. Canciones que surgieron tras tocar en tugurios y saber cómo queríamos que sonara la banda; si nos íbamos a ir al filo, que fuese con todas las consecuencias. Las etapas no se ven reflejadas en el disco de ninguna manera. “La mentira”, “Los Santos” y “Territorio Perdido” datan de, probablemente, 2012 o 2013. “Oxidado”, “Robot”, “Dos Rombos”, “Amapolas” y “Miserables” son 100% de esta formación, compuestas entre 2017 y 2021. El primer single, “Los Muertos Vivientes”, pertenece a un periodo intermedio, de entre guerras, donde Beto y yo trabajábamos en solitario, a partir de trazos acústicos, y Beto construía un monstruo que no tenía rostro, y que hemos ido perfilando. Y finalmente “Marrakech” es una canción que originalmente duraba el doble y era un gran batiburrillo que, finalmente, conseguimos ordenar Beto y yo en ese periodo donde sólo existíamos como dúo. Hotel Valmont siempre hemos sido un dúo en el que yo compongo, y Beto maqueta. Yo suelto las frases y él escribe el guion. Afortunadamente, Javi se metió como tercera pata y nos dio mucho equilibrio, con su impulso y su fuerza como batería. Rober, desgraciadamente, no puede continuar en la banda a pesar de haber contribuido al proceso de composición y grabación del nuevo álbum, pero siempre será el bajista de Hotel Valmont, aunque sea sustituido eventualmente.
Pese a las adversidades sigue habiendo empeño en publicar discos aun sabiendo que las recompensas van a ser pocas. ¿Qué ha motivado a Hotel Valmont para publicar un nuevo trabajo?
No saber parar a tiempo. No saber doblar la rodilla. La recompensa son las caras de felicidad de la gente en las primeras filas de los conciertos. Las reseñas, unánimes en el elogio. Los mensajes de apoyo de los amigos. Poder trabajar con productores que hablan nuestro idioma, que nos quieren. Hotel Valmont es un vehículo de expresión a reivindicar. Representa una forma de hacer música y una forma de vida, de sentir, que se resume en aprender a pelear a la contra. Eso es Hotel Valmont. Eso no se puede dejar.
El sonido se ha endurecido pero todavía sigue habiendo espacio para las coordenadas clásicas que marcaba “Señales”. ¿Estamos ante Hotel Valmont 2.0 o es simplemente una evolución lógica de la banda?
Es el disco de rock de una banda que ha ensayado, sudado y sufrido tanto o más que Tom Hanks y Shelley Long en Esta casa es una ruina, y la referencia no es gratuita: siempre me acordé de aquellas eternas “dos semanas” que quedaban para terminar las obras, y hacía el paralelismo con la eternidad que nos ha llevado grabar este disco.
¿Es el hard rock sintético e ignorado de finales de los 90 y de principios de este siglo una referencia para Hotel Valmont?
Es una referencia, sí. Cuando me cuelgo la guitarra siempre tengo un rato donde me acuerdo de aquellos “figuras” que tanto me han marcado. En el sonido, puedes encontrar desde los Screaming Trees de “Sweet Oblivion” hasta los trallazos punkeros de los Neurotic Outsiders de Steve Jones o Demolition 23. O aquellos primeros Backyard Babies de “Total 13”, aunque a menos velocidad. Los últimos retales del sleazy angelino. O la pantalla de distorsión de Mike Ness y Social Distortion… sin renunciar a la vena más enganchona del pop y a reminiscencias del rock americano crudo que hacían a comienzos de siglo Drive By Truckers o Slobberbone. Esos serían los parámetros musicales del disco, a nivel de intención. Hay hard rock en este disco, y sí, el disco es una especie de amalgama de sonidos de mediados o finales de los 90. Una década muy especial para muchos de nosotros, donde nos desperezamos, donde aprendimos a amar a las bandas como auténticos cretinos.
«La influencia empieza en lo inevitable, en lo que eres, en lo que no puedes evitar ser».
¿Dónde empieza y dónde acaba una influencia?
La influencia empieza en lo inevitable; en lo que eres, en lo que no puedes evitar ser. Y termina en lo que no quieres seguir siendo o te niegas a representar. Recuerdo perfectamente las críticas de nuestro primer disco: durante la promoción se nos encasillaba dentro del rock madrileño de finales de los 70 y primeros 80, y por mi forma de cantar en las canciones más reposadas se nos asemejaba a Antonio Vega. Eso llega un momento que termina por incomodarte, y ahí es donde quieres que la influencia acabe o, por lo menos, deje de notarse, y trabajas para, de alguna manera, salirte de tu zona de confort y empezar a probar cosas nuevas, sonidos nuevos, otras líneas vocales, otros ritmos.
¿Las referencias a series como The Walking Dead y The Leftovers se pueden considerar influencias? ¿Existirían las influencias interdisciplinares?
Sin duda. He leído acerca de las referencias cinematográficas del álbum, sin nombrar ninguna película o serie en concreto. Las series o el cómic son referencias generacionales. He terminado componiendo canciones sobre un mundo postapocalíptico porque creo que estamos viviendo varios apocalipsis seguidos en forma de pandemias, guerras, gobernantes lunáticos, auténticos idiotas, caraduras históricos, una economía totalitaria y la gente reventando restaurantes, conciertos o discotecas. La gente quiere salir y olvidarse de una pandemia mundial. La gente está hasta las pelotas. Y no podemos siquiera empezar a pensar cómo están en África, o aquí cerca en Ucrania. Todo es una puta locura y se ha acabado reflejando en la escritura. El local de ensayo, en su aislamiento y en su oscuridad, es tan inspirador como un callejón o un tugurio de mala muerte. Las carreteras son influencias irrenunciables, partiendo del cine o las series de David Lynch. The Leftovers, como gran tratado de la soledad, la desesperanza y la incomprensión, es otra influencia básica, a la hora de acercarme a las relaciones personales. Hay un momento en la serie que particularmente me gusta recordar, y es cuando Kevin le resume a Nora cómo es él en realidad, cuando le pide disculpas por algún olvido, y le dice “Soy un puto desastre”. Ese sentimiento supura en cada verso del disco y en cada riff, tanto como la rabia o la nostalgia. Hotel Valmont es un puto desastre, iracundo y melancólico.
Por curiosidad, ¿Qué series ves ahora mismo?
Veo series con mi hijo de 13 años, y Cobra Kai nos gusta. Él es un gran seguidor de The Walking Dead aunque, como me pasa con multitud de series, no entiendo por qué se emperran en matar a sus protagonistas más carismáticos. No me gusta que los grupos en las series se desmantelen, y siempre sucede. Pasaba con Los Soprano y sucedía en The Shield, y en Hijos de la Anarquía. El equipo del Doctor House se resquebrajaba por la insoportable brusquedad de su líder. En la UAT de Jack Bauer moría gente constantemente. Rick Grimes tenía la obsesión de mantener el bloque unido, pero su liderazgo era cuestionado a menudo. Ni siquiera el agente Cooper conseguía poner cordura, con su sensatez y locuacidad, en un pueblo extraño y lleno de secretos. Es un extraño truco narrativo en las series el que siempre tenga que morir hasta el apuntador. Sólo nos queda la comedia y la maravillosa familia de Frasier Crane, pero la comedia la ves para olvidarte de la vida real. Me temo que me he quedado atrapado en las series, las películas, los discos, los libros y los cómics del pasado. Tengo series en la watchlist de las doscientas plataformas que pago, pero no veo ninguna. Creo que, en ese sentido, el auge de las miniseries de 6, 8 o 10 capítulos es un síntoma de que ya nos hemos cansado de seguir una serie de 7 temporadas a razón de 10, 13, 16 o 22 capítulos por cada una. La gente ha perdido la paciencia y también el rasgo de fidelidad que esas series requerían.
Da la sensación de que has aprendido a decir más con menos (letras). ¿Eres consciente de ello? ¿Es algo que has trabajado?
Soy consciente de que el disco genera más consenso, en el sentido de que es menos críptico, y pareciera como si ahora escribiera para los demás cuando antes escribía un poco para mí mismo. Es posible que Señales fuese un disco para ajustar cuentas con mis demonios y ahora en Hotel Valmont estuviese lidiando con demonios más comunes, más de todos. Y en canciones más cortas, con un músculo más preciso. Pero no he trabajado en ello: ha salido así. Y por eso, ahora que lo dices, creo que el siguiente disco debería ser doble y ninguna canción debería durar menos de 5 minutos.
¿Con la edad es uno más vulnerable o más fuerte?
Con la edad dejas de ir a bautizos, bodas y comuniones y empiezas a ir a tanatorios y entierros. Te vuelves, irremediablemente, más cínico, más duro, y quizá más sabio, pero también más nostálgico y mucho más sentimental. En mi caso, además, se añade un componente de “hirsuto demencial”, o sea amargo y rudo, aunque cuando pienso en la gente que quiero lo hago con un cariño legítimo. Vi a mi padre volverse más vulnerable con la edad, y mi padre era un gran espejo y una sombra tremenda. Creo que la edad ayuda en algunas cosas, en la distancia y en el temple, pero también quita.
¿Existe en Hotel Valmont una especie de diálogo entre atrezzo necesario y destripe emocional?
Hay una permanente simbiosis de ambos conceptos. Pienso mucho en rockeros que no han tenido demasiada suerte, como Steve Jones a quien ya he mencionado, pero también en Paul Westerberg o en Dwight Yoakam. Creo que siempre he sentido atracción hacia las figuras que, de una forma algo tierna, eran contestatarias. Y esas figuras siempre han sentido la necesidad de encajar, como todos, de gustar y de sentirse queridos, y al mismo tiempo era innegable su impulso suicida, su tendencia a no acabar las canciones, sus adicciones, su rechazo a las modas e imperativos y la distancia enorme entre discos. Si me encuadran en esto, me salgo. Si el punk me dice que tengo que vestir así, me pongo una camisa de flores. Y si una canción mía gusta mucho, la cojo manía. Y así acabas en ese diálogo imposible entre la desnudez sentimental y la vestimenta cruda y rabiosa del rock: un imposible que no puedes evitar perseguir.
¿Escribir un disco es un proceso en el que uno es consciente de lo que ha aprendido con los años o con cada nuevo trabajo las problemáticas son también nuevas y se está siempre desnudo?
No soy consciente. Siento gratitud hacia la gente con la que he trabajado. Pero me siento mucho más cómodo desnudo, porque responde a la realidad de lo que siento. Me siento permanentemente desnudo, en casi cualquier ámbito. Siento que mi entorno social o laboral no es mi hábitat natural. Y, paradójicamente, el lugar donde más tiempo paso desnudo de verdad, mi casa, es donde más seguro me siento. Con mi mujer y mi hijo, que básicamente son las personas que sé positivamente que nunca me van a decepcionar, y lo único de lo que no podría prescindir. Podría seguir siendo abogado, o como decía Robe, podría ser un indio antes que un importante abogado, y lo único que al final me importa sería el amor de esas dos personas.
¿Crees que Hotel Valmont merece mejor suerte?
Al hilo de lo anterior… yo soy abogado. Beto es técnico de sonido en una empresa de doblaje, Rober es técnico de sonido con otras bandas, y Javi conduce un vagón de metro. Lo que yo crea no importa. Creo que hay motivos intrínsecos y extrínsecos a esa mala suerte. Creo que hay una razón por la que no somos conocidos, puede que haya un factor suerte, pero en esencia creo que la banda no lo quiere lo suficiente, porque no lo necesita. Hay que ser aventurado y un poco gitano para llevárselo en este mundo. Echarle muchas horas y tener suerte con la promoción. Y nosotros, sencillamente, no queremos eso. No es que nos vaya bien en el anonimato; es complicado, es contradictorio incluso, porque nos quejamos de mala suerte pese a, definitivamente, no intentarlo con suficiente ahínco ni poner toda la carne en el asador; dejarlo todo y patearnos el país entero tocando en todas partes. No tenemos esa edad, ya. Especialmente yo. Lo que tampoco es de recibo es lo que nos encontramos muchas bandas a día de hoy con las salas, especialmente en grandes ciudades, y es esa especie de extorsión que practican con los alquileres y los cachés. Entiendo que la excusa de lo mal que lo han pasado en la pandemia ya no da más de sí, y que hay recintos abandonados para que puedan tocar todos los grupos anónimos del país que así lo deseen, con apoyo estatal, autonómico y local, para crear una escena de verdadera cultura musical. Hotel Valmont no encajan en nada de eso, pero no nos vendría mal algo más de cariño. Ahora ya sólo vamos donde nos quieren, cansados como estamos de las peroratas que nos echan los adalides del rock, que presumen de trabajar para el rock a cambio de taladrarte la cabeza con lo bien que lo hacen ellos y lo irrelevante que les resultas tú, que lo haces muy mal principalmente porque no les generas suficientes beneficios.
Este es el último número de Academia.
Me alegra, me congratula enormemente aparecer en este vuestro último número. Creo que, en cierto modo, os habéis parecido a Hotel Valmont durante vuestra andadura: vuestro amor por el rock es casi suicida, habéis intentado mantener un equilibrio democrático, lo cual es una ardua tarea. Sois buena gente (como nos dijeron a Beto y a mí una vez, como si fuera algo peyorativo y no pintásemos nada en ese mundillo del rock nacional donde abundan las poses), y como nosotros, os tenéis en alta estima. Habéis hecho un trabajo delicado y cuidado, lo mejor que habéis sabido. Cada número, cada disco, cada artículo, con verdadera pasión. Os merecéis una rotunda enhorabuena. Lo dicho: como Hotel Valmont, perdedores con clase. Abrazos a todos.
Texto: Izkander FERNÁNDEZ
Fotos: Joe HERRERO
No hay comentarios:
Publicar un comentario